Los ingratos es el título de la novela de hoy del escritor Pedro Simón.
Corría el año 1975, una familia compuesta por un padre, Natalio, representante de comercio y que viaja constantemente a Madrid; una madre, Mercedes, maestra y sus tres hijos, se mudan a un pequeño pueblo de la España profunda (que había empezado a vaciarse) por el traslado de la madre a otro colegio de esa localidad.
La historia está narrada en primera persona por David, el menor de los tres hijos. Acostumbrado a mudarse cada dos por tres, cosa que le impide conservar a los amigos, la vida de David parece carecer de sentido. El factor principal de ese sentimiento es la relación con sus padres. La ausencia de su padre, provocada por los viajes de trabajo y a la rectitud de su madre, que tiene que hacer mil horas en el colegio para poder llegar a todo.
Ahí es cuando aparece Emérita. Una vecina del pueblo y sorda, encargada de cuidar de David o Currete como ella le llamará para siempre. Es viuda y arrastra la muerte accidental de su único hijo fallecido cuando tenía meses. Este cruce de caminos les cambiará la vida a ambos. Emérita verá en David a su hijo fallecido y éste “suplirá” la ausencia de su madre.
Tras varios años de vida en el pueblo, la familia decide abandonarlo para trasladarse a la ciudad, cuando David es un adolescente. Éste lamenta la marcha por perder el contacto con su cuidadora, que la irá viendo de vez en cuando. A medida que crece y entra a la Universidad, las prioridades de David cambian, perdiendo casi el contacto con ella.
Tras la muerte de su padre y ya con cincuenta años, David vuelve al pueblo para saber qué fue de Emérita.
Con un título que viene como anillo al dedo, debido a la actitud del protagonista, Los ingratos tiene un final que nos hará pensar y nos dejará una sensación de fragilidad e inseguridad devastadora.